Noches de lluvia... |
Llueve pero desde mi apartamento sólo escucho levemente la lluvia caer.
Cuando vivía en casa de mis abuelos, hasta una llovizna se escuchaba claramente. Aquí por el contrario, debe estar lloviendo a cántaros para que se escuche el choque del agua contra el piso.
Hay viento, cierro las ventanas y hablo con M.P y Juan. Mis amigos fieles, como dice M.P "Somos unos pegostes" es cierto. Un día sin hablar con ellos o sin verlos, es como un día sin agua. Llega el punto en el que es necesario beber agua.
Estoy como enfrascada en el tema acuático así que continuaré con él. Mis ojos son cascadas, hay marea alta en mi mente y mis pensamientos son como un río que suena, porque "piedras trae".
Y ¿qué son las piedras? Son los recuerdos. Recuerdos de una infancia incompleta, aberrante, solitaria, hostil, con poco afecto, lleno de burlas y castigos psicológicos.
Gritos por faltas leves, medias y graves. El mismo tono era todo y por parte de tres personas distintas. Las recompenzas materiales me han hecho superficial y que genere una adicción por los objetos simples o extravagantes con el fin de obtener atencion, (gracias a Mr.S y D, pude entender este comportamiento tan ridículo) que aún reconocido, no he cambiado.
Olores, sensaciones que sólo puedo imaginar, pues, el afecto físico era (es hoy en día también) escaso; olores que traen recuerdos felices y otros que me llevan al borde del guayabo. Personas que eran mi centro y que me dejaron, desnuda frente a la tristeza que supone la soledad y el miedo al olvido. Ahogada en emociones profundas que eran soportadas gracias al helado de chocolate EFE y a la Nutella. Lo que a su vez, causaba, aunado con mi pasividad, un aumento significante de peso, un cambio en mi contextura. Así, aprendí a esconder mis miedos, anhelos y cualquier otro sentimiento en comida. Por otra parte y como consecuencia inmediata, mi autoestima (si es que alguna vez existió) se dividió entre 0.
Juegos de pelota con mi abuela en el patio trasero de su casa. Le tenía miedo al parque que quedaba cruzando la calle. Mi madrina me obligaba a socializar en el parque; en fiestas a las cuales me llevaba por obligación dónde no conocía a nadie y terminaba sola (lo normal... pues) donde fuese; era obligado hablar con extraños cuya atención suponía un logro, una meta, una ficción de afecto o al menos de sentirme significante.
Loneliness has never been a stranger to me.
Cuando vivía en casa de mis abuelos, hasta una llovizna se escuchaba claramente. Aquí por el contrario, debe estar lloviendo a cántaros para que se escuche el choque del agua contra el piso.
Hay viento, cierro las ventanas y hablo con M.P y Juan. Mis amigos fieles, como dice M.P "Somos unos pegostes" es cierto. Un día sin hablar con ellos o sin verlos, es como un día sin agua. Llega el punto en el que es necesario beber agua.
Estoy como enfrascada en el tema acuático así que continuaré con él. Mis ojos son cascadas, hay marea alta en mi mente y mis pensamientos son como un río que suena, porque "piedras trae".
Y ¿qué son las piedras? Son los recuerdos. Recuerdos de una infancia incompleta, aberrante, solitaria, hostil, con poco afecto, lleno de burlas y castigos psicológicos.
Gritos por faltas leves, medias y graves. El mismo tono era todo y por parte de tres personas distintas. Las recompenzas materiales me han hecho superficial y que genere una adicción por los objetos simples o extravagantes con el fin de obtener atencion, (gracias a Mr.S y D, pude entender este comportamiento tan ridículo) que aún reconocido, no he cambiado.
Olores, sensaciones que sólo puedo imaginar, pues, el afecto físico era (es hoy en día también) escaso; olores que traen recuerdos felices y otros que me llevan al borde del guayabo. Personas que eran mi centro y que me dejaron, desnuda frente a la tristeza que supone la soledad y el miedo al olvido. Ahogada en emociones profundas que eran soportadas gracias al helado de chocolate EFE y a la Nutella. Lo que a su vez, causaba, aunado con mi pasividad, un aumento significante de peso, un cambio en mi contextura. Así, aprendí a esconder mis miedos, anhelos y cualquier otro sentimiento en comida. Por otra parte y como consecuencia inmediata, mi autoestima (si es que alguna vez existió) se dividió entre 0.
Juegos de pelota con mi abuela en el patio trasero de su casa. Le tenía miedo al parque que quedaba cruzando la calle. Mi madrina me obligaba a socializar en el parque; en fiestas a las cuales me llevaba por obligación dónde no conocía a nadie y terminaba sola (lo normal... pues) donde fuese; era obligado hablar con extraños cuya atención suponía un logro, una meta, una ficción de afecto o al menos de sentirme significante.
Loneliness has never been a stranger to me.
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