La ida.
Juan, M.P y yo habíamos pensando en ir a cualquier lugar distinto que la universidad. Mi primera "aventura" sola, fue el día de mi cumpleaños cuando M.P y yo fuimos a la Trinidad a comer.
Luego de cuadrar el lugar y qué hacer, todo aquello que hace que uno sueñe con el evento procedimos a aventurarnos. Sabíamos que iríamos al teleférico; por mi parte, debía yo, llevarnos hasta allá manejando. Cabe destacar, resaltar, realzar, aclarar, justificar que yo nunca había manejado por Caracas; de hecho, mi única ruta era San-USB y viceversa.
Una vez manejé con mi mamá por la prados del este y ya pues; nunca, NUNCA hacia Plaza Venezuela.
Tenía los nervios activos desde que Tazón se unió con la Valle-Coche. ¿y si me perdía? Ay no... qué horrible.
Yo tengo un buen sentido de orientación, bueno, mejor dicho una buena memoria. En fin, mamá ya me había explicado cómo llegar, igualmente había presión externa; ¿y si no me podía cruzar de canal y me perdía el cruce? O ¿si los motorizados no me dejaban cruzar? Tantas preguntas similares estaban presentes en mi mente, además del miedo obvio al que te roben en un semáforo.
Llegamos a Plaza Venezuela, si bien había pasado incontables veces por ahí, ninguna fue conmigo al volante.
Madre me había advertido de dicha plaza, cómo es el funcionamiento de los cruces, las motos y las congestionadas calles llenas de autobuses y gente. Mentalmente tenía un plan, un croquis, un Google Maps por default, lo apliqué.
-En 20 metros gire a la derecha.
-Gire a la derecha, ahora.
-¡¡¡Epaa cuidado con la moto!!!
-¡¡¡Cómete el semáforo, equis marica dale!!! -¿Será por ésta calle?
-¿Y si llego a un barrio o algún lugar así, feo? Así eran más o menos mis thoughts, al mejor estilo Google Maps.
Au revoir Plaza Venezuela, salí de tus vueltas y loqueras. Ahora, a subir hasta Mariperez. No hubo pérdida alguna, al menos ninguna que nos desviara absolutamente del camino.
La música estaba muy bajita.
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