Octubre, jungla, jardín, psique

El romero de casa de mi abuela mide 1,60 metros de alto. Lo sé porque es de mi altura. En su jardín, que más que un lugar donde apreciar la belleza de manera individual se trata de una jungla, hay más de 4 especies de hibiscus; también tiene árboles de ciruela, limón, limón francés, mandarina, cambur, naranja, pomagás y grapefruit. Mis favoritas, empero, son las cerezas, moras silvestres, uchuvas y frambuesas criollas. Sería difícil hacer una clave escalonada, pues hay demasiadas plantas. Lástima que no guardé mis apuntes de 4to año. Pero mi abuela, con 81 años, sabe claramente cuál es cuál y "para qué sirve cada una". Yo de broma diferencio el limón de la naranja; ella tiene una farmacia en casa.

Me siento disociada. Tengo sueño y me cuesta sentir en mis manos las semillas de alpiste que le lanzo a los pajaritos. Parece confeti. Ha caído sobre mi pelo y sobre mi ropa. Es como si quisiera que los pájaros se posaran sobre mí -como ya ha pasado antes. También hay mariposas y abejas. No me importaría que me picara uno de esos insectos polinizadores; tampoco me preocuparía ver una mariposa de esas negras o marrones a las cuales las gentes de pueblo le temen. Yo no soy supersticiosa; pero si tumbo la sal, echo un poco sobre mi hombro izquierdo. 

Veo en el fondo las montañas que desde niña me han fascinado. Sin embargo, hoy pierden la superposición y son solo una masa verde mezclada con nubes bajas. Hace frío, pero no llueve todavía. El cielo es gris, como mi humor. Si llueve, lloraré. Así estaré en sintonía con mi entorno. ¿Para qué? 

Los últimos días han sido extraños. Ha pasado demasiado y, a la vez, me siento  estancada. De nuevo al pantano, a la inercia. Me duele el cuerpo, creo que estoy enferma. Mi alma está llena de nudos, necesita un masaje urgente. Pero Dr.V me ha dejado embarcada varias veces... sin embargo, encontré refugio en la lógica jungniana. Freud ha estado conmigo desde el 2012, pero, ahora, Jung lo ha desplazado. Veo con mayor claridad ciertos aspectos de mí misma en las definiciones arquetípicas y, claro, en la sombra. 

En la jungla no hay orden. Al menos pareciera no haberlo. Obviamente sí lo hay, pero es un lenguaje que solo hablan los que viven allí. Yo soy forastero de mi inconsciente, pero los sueños hablan por mí. Hace falta un agente que decodifique y explique el pathos que sigue, cual estoico, mi vida. ¿Llegaré al oro? No me creo alquimista ni vivo en Macondo.

Dentro de mi jungla estoy yo en arena movediza. El otro día traté de sujetarme de una rama, pero se vino abajo un árbol joven -no pasaría de los cuatro años- ahora debo buscar otra rama para no hundirme. He arrancado de raíz un tallo con ramas cortas, quizá era un sequoia, ahora no queda nada de él. Quizás era un araguaney. Su recuerdo vive en la luz que hay donde antes sus hojas daban sombra. ¿Pero y si hundirme está bien? Sé que hay un biólogo estudiando mi ecosistema, psicosistema, pero solo puede hacer comentarios cuando le es pertinente. Yo debo encontrar la manera de salir. 

Vaya que quiero salir.

Today is the last day that I am using words
They've gone out, lost their meaning
Don't function anymore
Let's get unconscious, honey
Let's get unconscious, honey

"Bedtime story", Madonna

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