Una de
las cosas más complejas es describir un sentimiento. Pero como toda la semana
ha persistido, creo que puedo decirles cómo me he sentido, siento y, espero no,
sentirme. Siempre he sido muy abierta con respecto a este tema, no le huyo a las lúgubres nubes que sobrevuelan mi ser. Escribirlas, creo, me ayuda a liberar un poco los nudos mentales.
Es una sensación asfixiante. Quiero huir. De mí, de mi casa,
del país, de la tierra. Pero tengo miedo a morir. No quiero hablar con nadie, aunque
sé que el aislamiento empeora toda la situación. Mando todo, y todos, a la
mierda. En la garganta siento unas manos fuertes ahorcándome, pero cuando me
veo en el espejo solo encuéntrome a mí misma con un rostro que simula a una montaña
con laderas desagarras y teñidas de negro. El rímel no es waterproof.
Mis brazos pierden su fuerza. Mi cabeza cuelga solo de la
espina dorsal, los músculos y tendones ya no aguantan más. Siento frío, pero
hace calor. Escalofríos invaden mi piel, mi cerebro se contrae también con esta
sensación ficticia de ambiente gélido. Súbitamente vuelve la tensión, las ganas
de correr. Pero ¿hacia dónde? ¿De qué huyo? No lo sé, y averiguarlo duele más. Lágrimas.
Desespero. Si grito, puedo despertar a mis vecinos; si grito, puedo quedarme
sin aire y desmayarme.
Nadie me entiende. Intento explicar lo mal que estoy, pero
solo obtengo respuestas genéricas: “Tienes que calmarte”, “aguanta un poquito más”,
“haz ejercicio para drenar”. Como si el malestar tuviese una causa exacta. Ojalá
pudiera detectar cuál es la falla en el sistema. No, carajo, no lo sé. La incomprensión
causa aún más malestar. Ahora estoy arrecha.
¿Será este el punto sobre el cual Dr. V tanto me advirtió?
Él me habló muchas veces de las consecuencias de pasearme siempre por los
extremos y jamás estar en equilibrio. Mi vida se desarrolla solo en alfa u omega,
no hay nada en el medio. Creo que me rompí de tanto doblar la rama por ambos extremos.
Parecía flexible, pero la fuerza aplicada superó la resistencia de la madera. Ahora
tengo dos palos. No puedo pegarlos, pero los uso para lacerarme.
Tengo miedo. Soy fuerte, pero me deshago cuando la fortaleza llega a su punto máximo. No aguanto más.
Contemplé, contemplo, ideas terribles. Desde hace semanas he
practicado comportamientos que ponen en riesgo mi existencia. Pero ayer vislumbré
una posibilidad, la única salida. Jamás lo haría, solamente lo pensé. Aunque
eso ya es suficiente para alertarme.
Aquí viene otra vez el tren lleno de estiércol mental: ¿Es
todo mi culpa? Sí, coño. Nadie hace nada malo. Mea culpa. Todos son inocentes, santos, personas ejemplares, dignos
de idolatría y veneración. El calor vuelve con esas ideas, trae dolor de cabeza
y temblores en las manos. La visión comienza a nublarse y el corazón a palpitar,
sé que esto terminará mal.
Soy la capitana de un barco cuyo rumbo se ha perdido. Siento
como si, luego de un extenso letargo, despertara y todo se me viniera encima. Es
un choque. Siento todo de manera intensa. Se me seca la boca, pero abundan las
lágrimas. Los gritos se ahogan en el aire. Me abrazo a mí misma porque no hay quien
lo haga. Me tiro al piso, es lo más cercano a que alguien estuviera junto a mí.
Derrocho más lágrimas. Posición fetal, pero intento abrazarme. ¿Abrasarme? Sí,
también, pero con fuego propio.
Gasto estos pocos minutos de “tiempo libre” en la crisis
existencial. Es algo diario, recurrente, mas no permanente (espero). No soy dueña
de mi tiempo. Le pertenece a otros.
Ya se acabó la hora para escribir sobre este tema. Vuelvo a
mis tareas fingiendo estar bien.
Like a
bridge over troubled water
I will lay me down
Like a bridge over troubled water
I will lay me down
I will lay me down
Like a bridge over troubled water
I will lay me down
Comentarios
Publicar un comentario