2018 al fin

¿Cómo comenzar a describir un año que me abrió los ojos, que me abrió la puerta a la vida? ¿Es posible acaso darle nombre y apellido a situaciones? Mi trabajo me exige ser objetiva, pero esto no es el periódico, la revista o el centro de idiomas.

A ver, 2018, ¿quién fuiste?

Comenzó con el pie izquierdo porque recibí el año sola, todos se fueron a dormir. Entonces, con mi pasaporte, algún dinero, el himno nacional y lágrimas en los ojos pasé la página. Pero mejoró al pasar de los días.

No sé si debería... créame, lector que no busco su aprobación ni su lastima o felicitación. Yo misma puedo satisfacer esas necesidades afectivas con pensamientos intrusivos. Hagámoslo difícil para mí, hablemos en metáfora o incluso, si me lo permite la mente, en hiberbatón.

Básico: el invierno cruel fue derritiendo su nieve al paso que los rayos, candela, se aproximaban a la tierra. Medio: el ruiseñor y otras aves, cuyas lenguas se me hacen extranjeras, cantaron de manera inesperada al amanecer. Difícil: me convertí en abeja, ahora soy parte nominal de la colmena; en primavera ayudé a la polinización y hoy puedo recoger flores todos los días.

El año empezó con cifras mayores de 50 y menores de 65; se mantuvo todo el año. Esto fue una tortura para mí, a pesar de que esa "estabilidad" podría significar mejoras en el alma (esa que Platón definió hace tantos años y que yo reviso con mi propio filósofo cada semana). El espejo no es exacto cuando las deformidades y los tipos de luz son filtros oculares; duele porque son irremovibles, mas no permanentes y eso me da esperanza. Espero que el 19 se mantenga dentro del intervalo (55, 59], sin asíntotas ni otras funciones graficables.

Comencé la educación formal de francés porque tenía que hacerlo. Hice grandes amigos y entendí que todo aquello que hice por mi cuenta, durante tantos años, funciona y es reconocido por profesionales (supongo que eso pasa también con el portugués y otras cosas).

Metal sobre el viento, longitud oeste dos veces y una sola hacia el norte: felicidad expresada en números. En la cuna de la estatua, libertad para el primogénito local; estuve en ambos. Luego ferrocarril a la manzana, la grande, y otra vez al lado de mi casa; volví para iniciar en aquel que lleva 75 años incrustado en los ojos de los que leen y en el corazón de millones. Cableado rápido y teclas arreglar, limpiar. En los míos tengo firma, hablar y traspasar; observar y describir.

El amor viene fácil: se deja colar, pero hay que dejarlo reposar. Se debe tomar caliente, pero atentos al riesgo de quemarse. Arder. Llorar y hacerse cenizas. Desaparecer. Aún lo quiero, mis amigos dicen que es un capricho y que debería dejarlo ir porque "no vale la pena", pero hacerles caso es dejar morir un impulso que nace cada cierto tiempo y que es fuerte. Mr. V y Del Carmen me dicen que vaya "a por él", (favor leer con acento español) y a ellos haré caso. Debo quitarme la curita y ver qué quedó debajo: la herida viva, pronta a curar (atender) o la cicatriz de aquello que vi sanar lentamente (olvidar). Laisser tomber en francés.

Mis amigos no ameritan adjetivos que califiquen lo que son para mí. Son seres inefables, infinitos y bondadosos. Me quieren y yo les quiero aún más. Pocas líneas para ellos porque "de lo bueno, poco" (ya vendrán posts para hablar sobre ellos).

Sobre las lenguas extranjeras: mi hogar dentro de mi hogar, mi familia en la colmena. Éramos 6 cuando llegué, luego una se fue (bueno, en enero); y quedamos 5. Mi mejor amiga, mi jefa, es simplemente maravillosa y como ella dice "nos conocimos en otra vida y ahora nos reencontramos", ¿no es lindo eso? Luego están A y S, amigas y futuras colegas que son très géniales y nuestras "mamás" K y D. Luego volvió V (aún no la conozco bien, pero presumo que es superdulce y será una gran jefa). Este lugar... este lugar... mi hogar.

Pero es que el hogar es donde esté tu corazón, ¿no? El mío está partido en, al menos, cinco lugares. Soy un ser disperso y aberrante, ya eso lo sé, pero es muy difícil no serlo cuando poco te interesa seguir aquello que los demás gustan.

Entendí, gracias a la misa dominical y a la experiencia propia, que ser agradecido es vital; también es importante saber querer a los otros. La clave, empero, está los ojos; en la manera con la que queramos ver la vida. Conozco mucha gente que tiene todo, mucho más que yo, y son infelices. También conocí gente con menos y que es más feliz que yo. Bueno no, no es cuestión de "tener", ¿cómo se mide la felicidad? Puede que en la frecuencia de sonrisas, de abrazos y corazones dispuestos a albergar el tuyo (aunque sea por un ratico).

¿Qué más trajo el 2018? Aventuras cada día, cada hora y segundo. Son textos, pretextos y lamentos; aprender y sorprender. Vi que ser feliz no es cuestión de contextos, es actitud y capacidad de tolerar la frustración. Entendí que el tiempo de Dios es perfecto, ya que valió la pena haber pasado 3 años por la Simón: me dio la madurez que necesitaba para enfrentar la universidad, los amigos y el trabajo; me dio experiencias y muchas personas que, todavía, me alegran con su mera presencia (o correspondencia).

Cierra tembloroso, frío y con demasiada expectativa. Espero que el 2019 me dé mucho más, que sea gentil y buen profesor.

Creo que no hablé mucho en metáfora, no me concentré lo suficiente. Lo he decepcionado, lector...

Pero ya sé cómo vivir con eso. Soy feliz.

Bienvenue, 2019. 12 nouveaux mois, 365 nouvelles aventures.

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