Culpable hasta que se demuestre lo contrario


El ejercicio de autoridad en el país viene degradado en forma jerárquica, desde el Presidente hasta el señor que barre las hojas de la calle cree que tiene la potestad de actuar y castigar a su parecer. Es que, vamos,  el contexto lo permite: vemos a un presidente que maneja al país como un niño juega con sus piezas de madera, crea y destruye de manera irracional, ¿cómo no esperar entonces que exista, entre los que no ejercen algún tipo de autoridad, un estado de caos? Un profesor de la universidad criticaba que la constitución de la RBV tiene solo 15 artículos destinados a los deberes de los ciudadanos, pero 115 sobre derechos.

Pero nos distanciaremos de las atribuciones que tienen las figuras públicas e iremos a las civiles, las que nos afectan todos los días (acaso las gubernamentales nos afecten hasta en el mundo onírico).
Recuerdo cuando era pequeña que en las tiendas baratas de cualquier categoría: zapatos, ropa o juguetes, los trabajadores te seguían mientras recorrías su espacio. Algunos eran “discretos” y se paraban al final del pasillo a observar tus movimientos, otros eran tan descarados que te seguían cual guardaespaldas por toda la tienda. Al replicarles sobre esa persecución respondían que lo hacían “por si necesita alguna información”. Sure that’s the reason, silly me.

Esa práctica no murió, pues hoy se ve también en todo tipo de tienda. Pero ha evolucionado a los siguientes comportamientos:

o   Visualizar la cartera: comienzo por recordar el mal uso de la palabra visualizar, prosigo diciendo que cuando me lo exigen me siento como si fuese una criminal. ¿Por qué nos tratan como si hubiésemos cometido un crimen? Incluso si llevo una cartera pequeña me piden que la abra. ¿Qué fetiche tienen por ver qué hay dentro de mi espacio privado portátil?

o   Los guardias vestidos de flux: creen que por estar bien vestidos le dan ese toque clase aparte a la tienda. Ojo, estos no están en cualquiera, empero, se encuentran en centros comerciales de alta categoría y en las tiendas de diseñador. Practican una suerte de intimidación similar a la de los de “pa’ visualizar la cartera” solo que más refinados “¿me permite su bolso?”. Que te permito qué, chico. ¿Lo vas a usar, o lo vas a revisar? Mejor anda y pídele el bolso a tu mamá.

o   Revisión de factura: como parte del ritual para nosotros, los preconvictos, los vigilantes que están en la salida de la tienda o supermercado exigen que le presentemos el comprobante de pago. No es suficiente con que hallamos pasado por la cajera sino que también ellos deben comprobar que compraste algo en la tienda. Hay incluso unos patanes que, aunque tengas las manos supercargadas con bolsas pesadas, se dan un postín para “leer” el papel y con la uña trazar una línea negra que, supongo, indica el visto bueno en caso de que tenga que ir a devolver o cambiar algún producto. ¡Dios nos ampare de tal situación!

o   Encierro de productos: los supermercados han quitado anaqueles y creado secciones  atrincheradas donde colocan productos específicos. Ya no están al alcance directo de los compradores sino que, a través de un intermediario, se pide el producto y ellos mismos se encargan de llevarlo a la caja donde procederá a pagar. Es decir, en ningún momento tienes derecho a, por ejemplo, leer el contenido nutricional del producto y este fenómeno debe tener implicaciones en la mercadotecnia venezolana; me pregunto cuántas marcas se habrán visto en algún apuro gracias a la mala conducta de los bachaqueros.

Uno va de compras o simplemente de paseo por las tiendas y pareciera que buscan cualquier excusa para hacerte sentir como un ladrón. Podría ser que es el guilty pleasure de los comerciantes de esta Venezuela, o que en verdad sea necesario porque hay demasiada marginalidad y malandros por las calles. Usted, lector estimado, ¿cómo se siente cuando va de compras y le revisan todo? Yo me siento como si fuese culpable hasta que se demostrara lo contrario.

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