País de cajas

En el siglo XV los españoles llegaron para colonizar tierras desconocidas. Trajeron en sus embarcaciones cajas de madera con productos para subsistir y defenderse contra posibles peligros.

Trajeron, además, semillas, libros y conocimiento de su tierra. ¿Querían imitar a los ingleses? No. Pero sí competir por el control de las vías hacia Asia, marketing primitivo.

Con el paso de los años, los colonos fundaron ciudades e instauraron nuevos sistemas de gobierno. Seguían llegando cajas con objetos y bienes que calmarían sus necesidades. Luego vino el contrabando: cajas llenas de libros con información sobre libertad y democracia que los españoles jamás quisieron que sus neogranadinos leyeran.

Corrupción justificada que logró promover luchas por la independencia y dar lugar a un odioso culto hacia un hombre. Quienes leyeron los primeros libros se hicieron autodidactas: aprendices de idiomas, historia, ciencia, economía y política; todo esto alimentado por el fuego del conocimiento auténtico.

En cajas llegaron armas, pero también los alimentos que necesitaba el ejército de los realistas y conservadores para luchar. Las guerras dependían de la capacidad de importación, del comercio y el patrocinio de otras naciones.

Todo empezó mal, todo siempre fue por negocio o corrupción y las cajas fueron el medio de distribución por excelencia.

Con el paso del tiempo, las cajas de madera cambiaron a cartón, pasaron de mero uso comercial a otro aún más importante: el de las elecciones. A estas no se les llamaría "cajas" sino "urnas electorales" donde la voluntad de una persona se junta con la de otros para dar paso a la elección democrática.

Pasaron casi 100 años con estas urnas: muchas fueron usadas por, y para, la democracia, otras no tanto (inclusive hubo años donde volvió la monotonía de cajas de madera). El comercio cambió también, ya no eran de madera, eran cajas gigantes de metal.

Con preocupación se instaló un nuevo proceso de voto: el electrónico. Sí, las cajas aún estaban allí, pero veían cómo ahora la voluntad del pueblo quedaba a merced de la manipulación cibernética y el papel que hubo depositádose en ellas era solo un recordatorio de técnicas antiguas.

Las cajas, entonces, trajeron la democracia a través de la corrupción y contrabando, pero también la destruyeron con aún más corrupción (gracias a intereses de un grupete que no es amarillo ni azul). 

Además de los vaivenes de los procesos electorales las cajas trajeron (desde el siglo XIX hasta el XX) sueños, esfuerzo y esperanza desde afuera: los miles de inmigrantes que decidieron hacer de la Tierra de Gracia su hogar, llegaron con su "vida" en cajas y maletas (estas últimas también son cajas, pero de tela o cuero).

Hoy las cajas son de despedida, se ha invertido el proceso: ya no se reciben sino que las procesan en el aeropuerto y trasladan en serpientes metálicas hacia otro destino; como para retribuirle al mundo lo que nos ofreció alguna vez. Ahora somos nosotros los que transportamos sueños, trabajo, intelecto y esperanza en maletas.

El otro día llovía y noté que los comercios, escasos de alfombras, hacen uso de cajas para que los clientes limpien la mugre mojada de la suela de sus zapatos antes de entrar. Ese es el uso actual de las cajas, vaya ironía: permiten la corrupción pero son el artificio por excelencia para evitar macular un piso pulcro.

Comentarios

  1. Sinceramente brillante, es asombroso como un simple tema, que son las cajas, que viste en una tienda te hizo reflexionar y argumentar desde el pasado para interpretar la situación que lastima a todos los vebezonalos desde el fondo de su corazón! Realmente increíble

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