Males de infancia

Jugaron al carácter rudo conmigo siempre. Nunca amables, nunca flexibles: todo era bueno o malo.

A mi prima su abuela le decía (por cualquier garabato) "¡Ay, la niña genio!". Mi abuela me criticaba porque dibujaba un árbol mal. Una amiga recibía felicitaciones de su maestra por cualquier cosa, a mí me apretaban (hasta casi no poder respirar) entre la silla y la mesa para abrir espacio a otro pupitre.

Muchos recibían elogios de sus padres tras los ridículos actos de primaria, yo recibía un jugo de medio litro y un chocolate como recompensa. En el flamenco, los padres lanzaban rosas al escenario, ninguna era para mí. 

"Tus piernas son tan gordas que equivalen a dos de 《x》".

"¡Grasa, te llamas grasa!" Gritábanme mis compañeros del colegio. Nunca supe si era en serio, si en verdad lo decían por mi peso, o por la similitud con mi nombre.

Veía en el salón cómo jugaban plácidamente con el cabello de la persona sentada frente a ellos. Nadie jugó con mi cabello, asumí que les daba asco tocarlo (por ser ondulado y no liso).

¿Seré tan, pero tan fea, que por eso nadie me habla? Debe ser por lo gorda, o por mi cabello. Quizás es que soy muy torpe o bruta para entablar conversaciones.

"Ay, la gringa, sí, y tal". Nunca me ha gustado mi país. No siento simpatía por mis conciudadanos y repudio ciertos rasgos culturales. Las caras de desprecio cuando digo que no me gusta la arepa, que no escucho reggetón o no veo ciertos programas, se quedan conmigo para siempre.

Siempre estuve con los "no populares" y me lo hacían saber en bachillerato. "Qué nula" era usual en mi día a día. ¿Por qué? ¿Por no ser igual que tú? Una vez, incluso, le dijeron los 《populares》a uno de mis amigos (estábamos en un grupo de cuatro personas) que "te diré quién eres por las personas con las que te juntas", fue dicho con tanto asco, como si no fuéramos humanos sino basura.

No escuché nunca a nadie decir "¡qué linda te ves!" Por eso no sé aceptar cumplidos, no creo que sean ciertos. De pequeña los escuché con sarcasmo entre cada sílaba.

Nunca fui tomada en cuenta, a otros les pedían pasar a la pizarra, leer en voz alta, dar ideas para cualquier cosa, a mí me dejaban por fuera... y ni hablar de cuando me atrevía a dar mi opinión: risitas, susurros, burlas, miradas que juzgan y rompen los estándares de dolor y poca apreciación.

Duele entender que la falta de confianza proviene de la niñez. Siempre la vi color de rosa. Esta noche empero, es como un rayo X, sustancia invisible que a la larga termina causando mucho daño a los órganos internos.

Duele entender que la autopercepción está superdistorsionada por culpa de burlones, chalequeo lo llaman en mi país. Chalequeo que termina en tormento para una niña que no tiene con qué defenderse.

Duele entender que la necesidad de aprobación externa proviene de la época pueril, porque nadie tuvo el coraje de decirme, o felicitarme cuando lo hacía bien, solo lo hacían cuando lo hacía mal y me castigaban.

¿Hay cura para los males de la infancia?

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