La corriente de Whatsapp pareciera no disiparse con el tiempo, no hablamos de una simple niebla. Los usos y modalidades, empero, han variado. Comenzó con chats individuales para devenir en grupos con X, Y, Z participantes. El fin de los grupos varía muchísimo pero, me fijaré en uno solo: los grupos académicos.
El profesor llega al salón y pide que alguno de los alumnos pase una hoja donde deberán colocar: nombre, apellido, cédula y teléfono celular. Los items recuerdan a un juego de Stop, solo que no hay contrincantes ni tiempo que vencer.
En fin, una vez que la lista ha pasado por cada pupitre, regresa a manos del profesor y aquí pueden suceder dos cosas: 1) él mismo crea el grupo de Whatsapp. 2) Pide algún "voluntario" para que lo cree.
Quedémonos con el segundo (y más probable escenario). El primero en levantar la mano, quedará para siempre como el "jalabolas" del profesor ante los ojos prejuiciosos de sus compañeros.
Crea el grupo nuestro sujeto J (jalabolas) y agrega a todos los anotados. Se saludan virtualmente (acaso sean víctimas de la timidez) y comentan sobre algún tema de interés común.
Pasa un rato cuando, de repente, una de esas personas tímidas envía un mensaje imperativo "agreguen a este número" y envía dicho número para que el administrador lo adjunte. Se trata de un estudiante que por alguna razón ha faltado a la clase y necesita integrarse al grupo para, por supuesto, indiscriminadamente, enterarse de cualquier tema tratado.
¿A esto llegamos? ¿Ahora somos un "número"? ¿Acaso ahora un número es digno de nuestra individualidad?
De pequeña me enseñaron que los nombres son un tesoro que nadie nos puede robar. Pero, terminar así, no lo trago. Me gustaría, al menos, que digan "agreguen a Marcelo" porque de esa manera puedo asociar, en la vida real, a esa persona con sus comentarios.
¿Qué pensará ese estudiante cuando (por mala suerte) lea los mensajes anteriores y descubra que se le ha tratado, no como ser humano, sino como un expediente? ¡Qué viva los términos despectivos entre compañeros!, ¿eh?
De pronto él mismo se considera un número, y le tiene sin cuidado todo esto, pero a mí sí me preocupa. Creo en la originalidad, el valor estético y psicológico del nombre.
Le pregunto entonces, estimado lector: ¿usted se considera un número?
El profesor llega al salón y pide que alguno de los alumnos pase una hoja donde deberán colocar: nombre, apellido, cédula y teléfono celular. Los items recuerdan a un juego de Stop, solo que no hay contrincantes ni tiempo que vencer.
En fin, una vez que la lista ha pasado por cada pupitre, regresa a manos del profesor y aquí pueden suceder dos cosas: 1) él mismo crea el grupo de Whatsapp. 2) Pide algún "voluntario" para que lo cree.
Quedémonos con el segundo (y más probable escenario). El primero en levantar la mano, quedará para siempre como el "jalabolas" del profesor ante los ojos prejuiciosos de sus compañeros.
Crea el grupo nuestro sujeto J (jalabolas) y agrega a todos los anotados. Se saludan virtualmente (acaso sean víctimas de la timidez) y comentan sobre algún tema de interés común.
Pasa un rato cuando, de repente, una de esas personas tímidas envía un mensaje imperativo "agreguen a este número" y envía dicho número para que el administrador lo adjunte. Se trata de un estudiante que por alguna razón ha faltado a la clase y necesita integrarse al grupo para, por supuesto, indiscriminadamente, enterarse de cualquier tema tratado.
¿A esto llegamos? ¿Ahora somos un "número"? ¿Acaso ahora un número es digno de nuestra individualidad?
De pequeña me enseñaron que los nombres son un tesoro que nadie nos puede robar. Pero, terminar así, no lo trago. Me gustaría, al menos, que digan "agreguen a Marcelo" porque de esa manera puedo asociar, en la vida real, a esa persona con sus comentarios.
¿Qué pensará ese estudiante cuando (por mala suerte) lea los mensajes anteriores y descubra que se le ha tratado, no como ser humano, sino como un expediente? ¡Qué viva los términos despectivos entre compañeros!, ¿eh?
De pronto él mismo se considera un número, y le tiene sin cuidado todo esto, pero a mí sí me preocupa. Creo en la originalidad, el valor estético y psicológico del nombre.
Le pregunto entonces, estimado lector: ¿usted se considera un número?
Otra versión acerca del nombre es la que se presenta como algo que tiene una relación recíproca con aquello que designa (adecuación entre el nombre y su objeto), tanto, que los antiguos no daban su nombre sino solo pseudónimos porque según su concepción quien poseía el nombre poseía a la persona (en el esoterismo es de esa manera; v.g.: hay que saber invocar a determinado ente según su propio carácter y lo que le es justo, para que se manifieste y poder cumplir con la finalidad para lo que se le llama).
ResponderEliminarEl nombre tiene dos manera de concebirse (explicarse), la una per se, su esencia lógica; y la otra se refiere a los caracteres de lo que designa o posibilidad de los signos internos de un objeto, su esencia real:
1.ª Definición nominal: tiene que ver con el sentido que se quiere dar arbitrariamente al nombre de un objeto determinado.
2.ª Definición real (real viene del latín "res" que significa "cosa"): tiene que ver con el conocimiento de los caracteres internos de un objeto, con su esencia real.
Si atendemos a lo anterior escrito, la designación de un sujeto por un signo cualquiera (como su número de teléfono), reporta a la definición nominal, tal como lo hace un pseudónimo cualquiera (quitándole todo el carácter sentimental). Sea como fuere, tienes razón, la cosificación del hombre (y la cosificación del hombre venezolano es igual a como él mismo trata a las cosas y con las que se relaciona, es decir, todo es pirata, todo es zafio, y la mayoría de cosas son niches -tal como tú lo has expuesto-) es una barbarie, pero se justifica, y queda justificada.
- E.