Hay leyendas que hablan del faro como la salvación del viajero... la siguente es una de las más famosas.
Hubo una embarcación que zarpó de tierra firme con 1000 hombres y provisiones para 1 mes. Debían llegar a la tierra donde el oro hace de cemento y bloque.
El rey había auspiciado el viaje; pero les advirtió sobre los peligros que había entre mares:
Kraken, piratas y sirenas hay que enfrentar
Si a la ciudad de oro anhelas llegar
Muchas dificultades habrás de encontrar
Solo las estrellas te han de guiar
Aun sabiendo los peligros, se lanzó al mar. A su suerte y rogando escapar de todos aquellos monstruos.
Pasó una semana cuando se encontraron con el primer monstruo: el kraken. Provistos de cañones y armas, lograron vencer a esta temible criatura. Pero, a un alto precio. Perdieron la mayoría de sus armas y sus mejores hombres.
A la semana siguente, se encontraron con un grupo de sirenas que, con sus cantos y mística, capturaron a los marineros débiles. El capitán exigía que sus hombres no salieran de sus camarotes luego de la puesta del sol. A pesar de eso, otros hombres se perdieron en el mar.
A la tercera semana llegaron los piratas y asaltaron lo que quedaba de embarcación. La hecatombe fue brutal. Solo quedaron 5 hombres -incluyendo al capitán-. Creían que no llegarían jamás a la ciudad de oro.
Para colmo, además del latrocinio, una fuerte tormenta hizo que el barco perdiese su rumbo. No salía el sol ni tampoco la luna o estrellas.
No quedaba mucha comida. Los hombres desesperados comían ratas y bebían agua, por turnos y racionados. Ya sabían que su fin estaba cerca, pero, ¿cuál monstruo o plaga faltaba?
A lo lejos y, desde el carajo, un marinero vislumbró una luz que cada segundo se hacía menos tenue y más brillante.
¡¡¡Tierra!!! Gritó el hombre.
La embarcación, con mucha esperanza, siguió esa luz por horas y horas. La luz no parpadeaba ni se diluía entre la espesa niebla.
Siguendo la luz, el barco caló en la arena bruscamente... sus tripulantes no veían nada, pero siguiendo sus instintos descendieron y sintieron la tierra bajo sus botas.
¿Dónde estaban? Nadie sabe. Pero, aquellos viajeros quedaron en eterna gratitud hacia el faro. Pues, durante esa noche de tormenta e incertidumbre, una luz salvó la vida de esos marineros que tomaron el rumbo equivocado.
Algunos elucubran el final y dicen que los viajantes permanecieron en la isla. Otros, que gracias al faro, retomaron el camino correcto y, unos pocos, afirman que todo fue una ilusión y que el barco se perdió y hundió en el mar a la primera semana.
Gracias faro,
Gratitud a tu luz,
Que como un buho -siempre con sabiduría-
El camino del perdido ilumina.
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