Maiquetía dos.

Maiquetía,
Terminal internacional.

Sola camino por el piso de Cruz Diez sin maleta que arrastrar y a ningún lugar que ir.
El vuelo de mi madrina está demorado y no hay donde sentarse arriba... opté por bajar a la zona de "embarque" dónde sé que sí hay sillas disponibles.
La reverenda diferencia de cómo es el aeropuerto actualmente a lo que fue, es absurda. 
Sólo con decir que encontré puesto en el parking cerca de la entrada debe significar que algo está pasando...

Mientras camino, me pavoneo como una miss que camina por una pasarela en Milán. Es una fantasía llamar la atención de algún extranjero.
Escucho Madonna -for a change-.

Veo de cerca las expresiones de las personas que se van y las que llegan.  Son muy diferentes a lo que recuerdo.
Alguna vez, las que llegaban mostraban rostros de felicidad, las que se iban, un intermedio entre alegría y tristeza.
Ahora las que se van son blancas o negras, son de lágrimas o son de regocijo.
Las que llegan, son de desolación y desesperación... lo entiendo ¿Quién en su sana psique, quiere regresar a éste lugar? NADIE.

Yo también me he despedido y llorado, pero la diferencia es que sí he regresado. No debe ser igual, irse y saber que regresarás, que irse para siempre.
Quizá sea gratificante irse, depende de cada persona; algunos dicen que no se quieren ir por la familia, amigos y novios. Otros, quieren irse sin importar nada ni nadie.
Cada vez que pienso en mi futuro, siento escalofríos pues, imaginarme despidiéndome de mi familia -a bientôt- me da terror. Sin embargo, más terror supone pasar mis días en Venezuela.

Las honestas lágrimas me afectaron, no pude dejar de crear historias para cada persona que veía
- La recién graduada que se va
- Los abuelos que tienen una hija quién les consiguió la residencia
- La familia cuyo padre consiguió trabajo afuera
- El chavista afortunado que pudo comprar una casa en Miami.
- Yo, la recién graduada a quién le ofrecieron hacer el postgrado afuera.
Sí, a mí me dieron ganas de llorar ¿a quién no?
Éste año no viajaré al extranjero, no lloraré sobre el piso de Cruz Diez, no compraré en el Duty free, no veré a mi familia extrañarme y no veré a mi familia recibirme...

Pasaron unos 15 min de observación a la puerta de partida, era momento de subir para ver si habían noticias sobre el vuelo.

No, no había noticias. Pero, sí vi que estaba llegando un vuelo de París. Me coloqué en la baranda de metal -dónde familia, amigos y taxis, esperan ansiosamente la salida de su respectiva persona- a ver llegar a los francoparlantes.
Es cómico cuando llega alguien y no hay nadie esperándolo detrás de la baranda, sus miradas recorren la baranda de un lado a otro con la esperanza de conseguir un rostro familiar y no quedar como un solitario big blue bird.
También, detrás del vidrio y metal, están los que vienen a recibir a alguien con rosas (no pude evitar soñar con el día en el que me vaya de viaje y mi novio me espere con un ramo de rosas), los que vienen en familia: abuelos, tios, primos, sobrinos, perro, gato; y nietos. Los que vienen solos y los taxis pedantes preguntando "Taxi to Caracas?"

El absurdo comportamiento del venezolano me da asco, todo lo hace, todo lo dice y todo lo piensa a los coñazos, nada sutil, siempre de mala gana y con un terrible desgano.
Los tipos que  trabajan en el aeropuerto tratan las cosas (que no son suyas) como una porquería. No hay respeto o cuidado por lo ajeno.

Cansada de estar parada y cansada también de ver lágrimas y sentir envidia de los que se iban, fui al piso superior, "la feria" a tomar un café.
-no tenemos punto, chica.
-¿CHICA? CHICA TU NOVIA COÑODETUMADRE.
I mean, estás en el aeropuerto internacional, está bien que en tu cerro hables la jerga tukky que te encanta pero no aquí. Se imaginan a un extranjero (habla hispana) a quién le digan "Epa, chica"
...
-Ah dale, toma (le di lo que me quedaba de efectivo)
Me dio el café
-No hay azúcar, chica.

Me queda 30% de bateria y sólo Dios sabe cuándo va a llegar el vuelo.